Los desafíos del siglo XXI son globales. Merecerían ser abordados por la acción política a la misma escala, es decir, a escala mundial.
Sin embargo, el problema con este enfoque es que, hasta la fecha, no existe ninguna institución política con capacidad para tomar decisiones y aplicarlas, incluso en contra de la voluntad de un determinado Estado-nación, a nivel mundial. Seguimos estancados en los escollos de las negociaciones intergubernamentales y con el derecho de veto universal que nos otorga la toma de decisiones por unanimidad (véase nuestro documento sobre los 3 pilares de la Sociedad del Acuerdo, apartado 4.3).
La Unión Europea es la única excepción existente a esta situación. A pesar de sus debilidades, la UE presenta las características más avanzadas de la democracia transnacional en las instituciones existentes (véase nuestro documento sobre los 3 pilares de la Sociedad del Acuerdo, apartado 4.5). La decisión se toma (en el caso general) por mayoría cualificada de los Estados miembros y por mayoría simple en el Parlamento. Los Estados miembros están sujetos al Estado de Derecho, tal como ha expresado el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. El Parlamento Europeo tiene poder de decisión, es elegido directamente por los votantes y funciona con grupos políticos, y no según las delegaciones nacionales. La Comisión es políticamente responsable ante el Parlamento y puede ser destituida por él, como cualquier gobierno en una democracia parlamentaria.
La instauración de una democracia transnacional es una tarea formidable. No tiene precedentes. Lo que está en juego es enorme: es la única manera de escapar de la fragmentación nacionalista y de las guerras en momentos en que la humanidad debería dedicar el 100% de su energía y recursos a resolver los desafíos que amenazan a la civilización. Debemos hacer que funcione.
La manera más segura de desarrollar una innovación es comenzar a la escala más pequeña y significativa, con el conjunto mínimo de características viables, en un entorno de apoyo.
Por eso optamos por empezar a pequeña escala: la de la Unión Europea. De esta manera, experimentaremos y validaremos las operaciones de una cooperativa transnacional para la transformación económica, social y política, la haremos funcionar y estaremos listos -cuando sea necesario- para ampliarla.