El movimiento ecologista surgió en los años 70 como la coordinación de las protestas populares locales, bajo el lema "pensar globalmente, actuar localmente". En aquel momento, y aún hoy, muchas de las acciones que apoyan la sostenibilidad ambiental o la justicia social pueden ser implementadas a nivel local o regional, con una necesidad mínima de coordinación con otras. La acción, los costes y los beneficios se mantienen localizados. Ejemplos de estas acciones pueden ser: la planificación urbana en apoyo de modos activos de movilidad (ciclismo, peatones), la prevención de la contaminación del agua, la ayuda a las personas sin hogar o la resistencia a infraestructuras o equipos dañinos. La Cooperativa CosmoPolítica apoya y coordina estas acciones. Podría detenerse ahí. De hecho, existe un atractivo contemporáneo en esta visión de microcomunidades autorreguladas que vivirían en paz unas junto a otras y se coordinarían libremente usando Internet, como la utopía final del anarco-libertarismo popular en la costa oeste de los Estados Unidos.
Sin embargo, la Cooperativa CosmoPolitica va más allá de este apoyo a las acciones locales a pequeña escala. También pretende transformar el marco legal, reglamentario y presupuestario público, a gran escala si es necesario, cuando este marco dificulta la evolución hacia la Sociedad del Acuerdo por la que lucha. Para ello, aprovecha las instituciones democráticas existentes y actúa directamente en el ámbito político.
La razón de esta elección de actuar en instituciones políticas a gran escala es la siguiente.
Los desafíos del siglo XXI son globales: la acción en un lugar tiene efectos en otro. La principal ilustración de esta situación es el cambio climático, donde todos los seres humanos comparten una misma atmósfera, y un presupuesto común de emisiones de gases de efecto invernadero dentro del cual debemos permanecer para mantener el cambio climático por debajo de 1,5°C. En esta situación, la miríada de microcomunidades mencionadas anteriormente necesitarían estar formadas por santos perfectamente informados para converger espontáneamente hacia una distribución justa de este presupuesto, y para cumplir con él. Cada comunidad, si se la deja a su suerte, tiene una excusa para hacer menos esfuerzos y esperar que los demás hagan más, e incluso un incentivo para no cumplir con sus compromisos: al ser los primeros en hacerlo, se benefician de los esfuerzos de los demás y no asumen los costos. Esto se conoce en la teoría de los juegos como "free riding", y se verifica por el comportamiento actual de los Estados-nación existentes tras el Acuerdo de París de 2015: cuando se resume, los compromisos de todas las partes conducen a un cambio climático de 3°C, muy por encima de la meta. No hay razón para que las microcomunidades se comporten mejor que los Estados-nación.
Esto ilustra el principal y masivo inconveniente de la visión anarco-libertaria de la libre coordinación de las microcomunidades: la falta de coordinación y acuerdo entre estas microcomunidades, incluyendo la capacidad de hacer cumplir los acuerdos una vez que se han hecho, tal como se destaca en nuestro informe (ap. 2). Cuanto mayor sea el número de entidades a coordinar, más difícil será la coordinación. Sólo las instituciones políticas a gran escala tienen la capacidad de establecer un conjunto de normas comunes y acordadas, y de hacerlas cumplir. A falta de tal acuerdo, los conflictos se convierten en violencia y guerra. A modo de ejemplo, las poblaciones de las tierras altas de Papua-Nueva Guinea hasta la década de 1940 se habían dividido en miles de pequeñas comunidades de aldeas independientes, que lucharon contra interminables vendettas con una tasa de mortalidad superior a la de Europa durante las guerras mundiales. Esta situación ha sido la de los seres humanos durante la mayor parte de su historia y prehistoria. Cuando llegaron los administradores holandeses, los habitantes se sometieron muy fácilmente a este poder neutral y externo, del que esperaban y obtuvieron una paz duradera1.
Dicho de otra manera: una situación política hecha de múltiples comunidades independientes, a pequeña escala, ya ha sido probada en el pasado, y ha fracasado, a pesar de haber sido intentada durante milenios de historia y prehistoria humana. Este fracaso no se debe a una falta de tecnología (y por lo tanto no puede ser paliado por una herramienta como Internet). Es intrínseco al hecho de que las comunidades independientes no tienen ninguna institución que les permita llegar a un acuerdo pacífico en caso de conflicto, de modo que terminen en una guerra permanente, sin tiempo ni energía para dedicarse a cuestiones de mayor envergadura como el cambio climático o cualquiera de los desafíos globales del siglo XXI.
1Diamond, J.: "El mundo hasta ayer: Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales", Viking books, Nueva York, 2012 - http://www.jareddiamond.org/Jared_Diamond/The_World_Until_Yesterday.html